MOMENTOS ACIAGOS
Publicado el May 28, 2010
Hay momentos aciagos en que el mal se cree asistido de fuerza bruta para imponer sus dominios y se dan casos en que llega a realizar, temporalmente, sus propósitos, olvidando que nunca sus éxitos han sido permanentes, pues siempre el bien termina prevaleciendo. A los venezolanos nos ha tocado vivir uno de esos momentos, experimentándolo en la actualidad en lo que pudiéramos llamar su fase más radical, más agresiva. Particularmente creo que Venezuela no será excepción en el irremisible fracaso del régimen chavista, que es realmente quien representa esta vez la aventura del mal, e indefectiblemente tendrá mucho más rápido el fatal desenlace que lleva consigo, sin que ninguna habilidad humana, endógena o exógena, sea capaz de impedirlo.
Detengámonos a pensar que son tantas las torpezas, violaciones a la Constitución y Leyes de la República, atropellos a la dignidad del ciudadano y sus derechos humanos, que nadie, en su sano juicio, pueda augurarle vida más allá a la que institucionalmente le pueda corresponder en este lapso desgraciado, en el cual se ha ejercido la malignidad del mismo proyecto que en todas, absolutamente en todas las veces que se pretendió imponer, ha fracasado.
Pero como los males también se cuantifican y deben destacarse para que no se repitan, sin que en este brevísimo ensayo pretenda hilvanar un rosario de agravios al estado de derecho, a la cultura de la convivencia, a esa distinguidísima manera de ser de los venezolanos, expuestos por obra de la perversidad del empeño revolucionario de minimizarles su personalidad para convertirlos en “siervos de la gleba”, en cifras útiles y a la vez cargas del Estado, regentado por un grupo que no cesa en su empeño de burlarlos y “considerarlos débiles mentales” para hacerles ver que les están haciendo un bien al país, con las expropiaciones, confiscaciones, reducciones al ámbito de inversión de la iniciativa individual y la empresa privada, con amenazas y vías de hecho contra las instituciones educativas, de formación y promoción, fomento, del talento artístico, deportivo, científico, espiritual, del inmenso potencial creador que nunca podrá darse si no es en un mundo de libertades, de autonomías, de campos sin regimentaciones militaristas y dogmáticas, sin centralismos avasallantes, sin complejos de dominio y apoderamiento de las instituciones públicas a perpetuidad, sin alianzas en las que se pone en duda la cordura y el verdadero respeto por la soberanía nacional. Vaya un solo ejemplo en eso de engañar, trocado en desprecio a la inteligencia y talento de los venezolanos: es la entrega a los cubanos de Fidel del Registro Público y la Notarias, trayéndolos además para que se inmiscuyan en las FANB –supuestamente para ayudarnos- y se entrometan en oficios y actividades que tienen que ver con cargos públicos de muchísima responsabilidad en seguridad, salud pública, economía, servicios básicos, en darle dentelladas a los bienes de la nación -cien mil barriles de petróleo no son conchas de ajo- y hasta en eso de irnos preparando para la escases, el racionamiento con tarjetica y colas para conseguir la dádiva, característico de la isla con su Castro-comunismo, porque como lo dijo Raúl, Venezuela y Cuba ya es lo mismo.
Creo que la perversidad debe rastrearse más en sus efectos que en la descarada propaganda con que se anuncia la ensoberbecida revolución socialista del s. XXI. Profundizando un poco en el análisis, casi en su superficie descubrimos que se trata de viejas tácticas como esa de repetir una y mil veces los supuestos avances (la mentira que encubre la realidad si se maneja hasta la saciedad por parte de quien la arguye y del sujeto pasivo que la tolera, termina por ser aceptada por unos y otros. Pena ajena que nos debe poner en alerta para evitar que el común se acostumbre mansamente al engaño. Como lo dicen en mi pueblo: Malaventurados los mansos porque los capan sin manear.)
Concluyo la entrega, haciendo pública mi indignación, con la que me sumo a miles de venezolanos –reseño de manera especial al Profesor y Maestro Antonio Aldazoro Delepiani y al colega Damacio Ramírez “Alegría”. Damacio y yo, nos desempeñamos como apoderados, abogados de una de la Empresas POLAR, por ese concreto “acto de maldad” que viene a ser un ejemplo más de la malignidad que le es propia al régimen, por estar empeñado, particularmente el Presidente, en destruir una obra del talento, del esfuerzo y el trabajo, de distinguidas familias venezolanas, que bien puede considerarse: Patrimonio Empresarial de la Nación.
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