GUERRA SIN HERIDAS
Publicado el October 16, 2020
La guerra es una estupidez. Pero hacerle la guerra al propio país es el colmo de la estupidez. He dicho en comentario anterior que Maduro sufre de insania mental porque buena parte de sus actuaciones dejan en la persona que observa esa sensación de estar en presencia de alguien que no está en sus cabales. Algo más, no es necesario que se tenga una predisposición para valorar sus actos, ya que su desquiciamiento es cada día mayor, más ostensible, con el agravante que pareciera le importa un bledo que se le califique de trastornado, porque realmente lo que quiere es evidenciar su prepotencia, su complejo absolutista, su vanagloria de Presidente usurpador, encadenado en monólogo con auditorio sumiso, que apenas mueve la cabeza como “perrito de taxi”. Dictador es dictador y su caracterización es coincidente, por lo que sus vidas encuentran comparaciones en la narrativa histórica con sus similares que dicen mucho de sus despotismos, siempre criminal y de sometimiento a sus propias naciones. Valga la sola mención de Hitler, Stalin, Sadam, Fidel. En nuestro caso recordémosle al propio Maduro su dudosa nacionalidad, su formación en el castro comunismo, su escogencia a dedo por su antecesor Chávez, y lo más generalizado y común, sostenerse en un aparataje militar, corromper y enriquecerse desde el poder, minimizar la educación, desprecio a los maestros y educadores, acoso a las universidades, precariedad en la salud pública, alimentación y asistencia elemental, anulación de la división de los poderes públicos –el judicial postrado y al servicio exclusivo del régimen-, rodeado de anillos de seguridad-colectivos-mafias- cuerpos represivos- todos exhalando esa seudo- cultura de la persecución y la muerte, de sectas diabólicas. De sus maleficios-asesinatos- no se escapan ni altos oficiales de FFAA- cuyos crímenes quedan en limbos de impunidad. Y si en sus propias filas alguien disiente, pasan a ser execrados, pudiendo engrosar la lista de presos, de obituarios, de chacumbeles. En Venezuela y el mundo la dictadura de Maduro está bien diagnosticada. La última perla que se le suma a su abultado prontuario, que es casi atóxico, es la Ley Antibloqueo. ¡Válgame Dios!. Podrá concebirse un instrumento con mayor capacidad destructiva de una República?. Con esta excresencia Maduro se anotó en la lista de “los chacumbeles, el mismito se mató”. Por supuesto que en tratándose con gente tan mediocre e ignorante, la salida a la crisis, que se ve próxima, se dilata, se entorpece. El pueblo opositor, seguramente que se está moviendo, decidido, confiado, pero con exceso de prudencia, con cautela, a fin de no dar pie a mayores desgracias. Son muchas las penurias, mucha la sangre de héroes que se ha derramado. Demos Gracias Dios, y pidámosle que nos mantenga el optimismo. La victoria está próxima. En versos Andrés Eloy Blanco, nos alienta: “no derramar ni la sangre que cabe en un colibrí, ni andar cobrándole al hijo, las cuentas del padre ruin”.
Entre poemas y flores se funden los fusiles y las gentes de bien hace arados y tractores, siembran esperanza. Quisiera que este comentario, sea un mensaje escrito en pétalos de rosas, sin espinas, porque lo nuestro si es guerra sin heridas. Que las Cinco Águilas Blancas de Don. Tulio Febres Cordero sean las portadoras, acompañadas del valor de Alberto Carnevali. Que desde la ciudad que no puede esconderse por estar en lo alto de los Andes y su luminosidad irradia al mundo, en armonía ya de aguinaldos, de villancicos, del vals de Laudelino Mejías, de Preciosa Merideña, de Soy de Los Andes, de las picarescas Gaitas Zulianas, de Alma Llanera, de nuestro himno Gloria al Bravo Pueblo y el merideño de la Heráldica Estrella, le anuncien en promisora oración que Venezuela va a celebrar por adelantado la Noche Buena del Niño Dios, la de los hombres libres, la de la familias unidas, la de la patria que siempre será solidaria, la tierra de gracia, de amor, libertad, justicia y paz. Guaidó, personalizo en ti el esfuerzo de llevar adelante la re institucionalidad de nuestro querido país, mancomunado en el reconocimiento de las democracias del mundo para hacerlo libre, sano y grande. Que mejor aguinaldo para obsequiar a la humanidad que estar libres, sin presos políticos, civiles y militares, tener en cada casa, hogar, un pan del tamaño de su hambre, un libro abierto con páginas que semejen el tricolor nacional, enarbolando el pabellón para llamar a los hermanos que se fueron con solo la patria en el corazón, y como el más bello señuelo decirle al mundo que el cielo, el mar y el suelo, siempre estarán abiertos para que vengan a soñar, a trabajar por el bien de todos, que los venezolanos siempre queremos ser niños, pero hombres integrales a la hora de salvar la patria, que no nos roben los juguetes y el oro de sangre no se lo lleven, ni siquiera al cambio de espejitos y baratijas como lo hacían con nuestros ancestros indígenas, que la época de la conquista y colonización pasó y no puede aceptarse que nuevos aventureros revolucionarios, cubanos, rusos, chinos, iraníes, quieran volver a saquearla. Que Venezuela no se prostituye. Ruego se me permita este lenguaje escatológico de flores y estiércol, pero la verdad no siempre es grata, algunas veces es nauseabunda. La nueva Venezuela, que siempre será ingenua, casi infantil. Hay que encargársela a los Maestro de la Ciudadanía. DIOS LA BENDIGA.
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