ENTRE EL AGRADECIMIENTO, LA ANGUSTIA Y EL LLAMADO A LA SENSATEZ
Publicado el March 11, 2010
Al sustantivar los términos con que encabezo este brevísimo ensayo, quisiera que el amable lector me dispensara comprensión sobre mi estado de ánimo al momento de escribirlo. Hace apenas unos días falleció mi hermano, el menor de los Newman Briceño, en orden de nacimiento, Oscar Armando, en quien toda la familia centraba los más bellos sentimientos que en el alma anida el amor, la solidaridad, el entregarse y estar presto a poner en evidencia su apostolado de médico al servicio de la gente, familiares o nó, sin que en él, intereses pecuniarios, mezquinos, hayan alguna vez menguado su solícito empeño de ayudar al prójimo. El 01 de marzo se nos fue Oscar Newman porque Dios así lo quiso y tal vez en la forma que él, el hombre íntegro e integralmente bueno, alguna vez pensó que su desaparición del mundo material debería ser sin mayores traumas a su entorno. El consuelo, nuestro consuelo, que nunca será igual al inmenso pesar de su partida, ni podrá llenar el vacío que en su hogar produce, inconmensurable para su gentil esposa Alba y sus encantadores hijos Alba Marina, Ana María, Adriana y Oscar Armando Newman Sánchez, que le sucederán en la gracia y en el talento, será el recuerdo permanente de su presencia en todo lo que signifique entrega a la bondad, al trabajo honrado, como en igual medida lo sentimos sus familiares por sangre materna y paterna, y sus muchos amigos. A esta legión del afecto en la relación de amistad le debemos, toda la familia, el más expresivo agradecimiento por sus manifestaciones del “sentido pésame”, de compartir la solidaridad del humano dolor, y verter también las lágrimas que brotan en los momentos de mayor intensidad en la emoción de los hechos y actos que en sumo grado nos conmueven. A todos les retribuimos nuestro infinito aprecio.
Particularizado el dolor por la muerte del hermano, de Oscar Newman, en honor a su memoria, debo reseñar que su grandeza lo llevó a ser un ciudadano preocupado por otro dolor, por el dolor de la Patria, por ese generalizado que vive el país y que lo convirtió en ser activista de la prédica constante de la necesidad de enfrentar el absurdo de querer implantar un régimen autocrático, similar al de Cuba, en donde justamente al pueblo se le ha sometido a penurias con saldo de pérdidas de muchas vidas humanas en aras de implantar una revolución obsoleta, irracional, fracasada, a la que ni siquiera se le puede otorgar el beneficio de la duda puesto que su socialismo-científico, comunismo, ha fracaso en la bella isla durante cincuenta años y que ya en otras latitudes se ha descartado totalmente por inviable. Esa preocupación que con la misma intensidad compartimos, ha llegado a niveles de angustia en gran parte de los venezolanos que se resisten a creer que la ambición de poder sea capaz de poner e n movimiento planes destructivos de las instituciones y derechos constitucionales sobre los que se ha levantado la república, para en sus escombros supuestamente edificar nuevas formas y maneras de conducir al Estado que pasa a ser el omnipotente instrumento de dominación, manipulado al arbitrio de uno solo que se cree un superlíder, como aquel que en la isla caribeña ha imperado hasta la saciedad, pregonando luchas antiimperialistas.
Pero sin dejar que la angustia nos rebase, en la seguridad de que el recuerdo de la preocupación del querido hermano está presente en esta reflexión, quisiéramos concluir con un llamado a la sensatez de todos: a quienes dicen que gobiernan revolucionariamente y lo que hacen es destruir al país; a quienes se le oponen pero por falta de unidad y coordinación pareciera infructuosa su labor; y a los llamados “Ni Ni” para que piensen en que su indiferencia podrá ser de suma gravedad y encubrimiento imperdonable. La lección de quienes se fueron pensando en el rescate de la decencia, en la re institucionalidad democrática y ejercitaron su ciudadanía en la esperanza de lograrlo, debe impulsarnos a seguir el camino de su hermoso propósito.
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