DESCOMPOSICION Y DETERIORO
Publicado el August 25, 2009
Por supuesto que todos estamos en desacuerdo con la descomposición y el deterioro político, social, económico de Venezuela en los actuales momentos, que de antaño le viene pero no en forma tan acelerada e invasiva como ahora se presenta, con el agravante de ser impulsados por quienes en mayor grado están obligados a velar y trabajar por la solución de sus problemas. A la hora de hacer cargos a los responsables de tamaño despelote, los venezolanos deben tener claro hacia donde debe ir la acusación y no quedarse en la simple preocupación que el desacuerdo colectivo conlleva. El propio Presidente Chávez, en esos lapsus en que se sinceriza, reconoce que en su régimen hay corrupción; por supuesto, somos el primer país del mundo en tener esta aureola, que también de antaño le viene pero no como para ocupar cumbres “inmarcesibles”. Que su prédica contra la riqueza, señalada por el cómo práctica mala, antirrevolucionaria, condenada por su sentencia lapidaria de “ser rico es malo” –que molleja de hipocresía- lejos de surtir algún efecto moralizador le ha servido a todos sus conmilitones de estímulo, “agalludo hasta el ahíto”, y hoy por hoy quien no tiene repleta sus alforjas es un soberano pendejo que no aspira a ningún futuro en el elenco rojo púrpura, casi a tono cardenalicio.
No hay mayor sumisión en la entrega al SSXXI que la mediocridad con mangas de vestirse con camisa roja como para que nadie, en la escala jerárquica, dude de tener sangre dispuesta a verterse por la causa, a menos que no sea para refugiarse en museos o cualquier otro sitio seguro y con ventaja, el Pte. Llaguno, por ejemplo. Es decir, la sangre de que se habla es la del adversario.
Reconoce también el líder la irresponsabilidad, la incapacidad, la ineficacia, la falta de iniciativa para defender al gobierno revolucionario. Lo hace de forma muy particular, a través de órdenes verbales insertadas en la hojarasca de sus discursos, encadenados o no, que sus segundones oyen porque le tienen miedo y siguen sin que puedan cambiar su actitud porque no tienen preparación, formación, o sencillamente en todos sus burócratas la vergüenza es escasa. Los casos de las Sras. Ortega Díaz y Lina Ron, dan pena, porque mayor sumisión y lealtad no puede haber. La Ley de Delitos Mediáticos con que la primera quiso mostrar su obediencia incondicinal, resultó ser tan grotesca que no solo levantó un tsunami en intelectuales, profesionales de la comunicación y del derecho, sino que justamente por ser materia legislativa con fundamento en principios y normativas jurídicas, en manos y boca de quien se supone debe dominar estos conocimientos elementales, aparte del rechazo del propio Presidente, la Sra. Fiscal General logró que el común de la ciudadanía planteara que su única salida ante tan flagrantes carencias, era y es su renuncia. En el caso de la Sra. Ron, su conducta mueve a compasión y a la hora de juzgarla no es a ella a quien hay que colocar en el banquillo de los acusados sino a quienes le “dieron el garrote”. En ambos casos se cumple aquello de la naturaleza del alacrán.
Algunas cosas más debemos agregar en esta entrega. En primer lugar que la descomposición y el deterioro no solo debe ser rechazado por el común de la ciudadanía, así como por el propio régimen –sólo hemos recogido algunas perlas- , sino que siendo tan ostensibles, todos deben reconocer que sus efectos empiezan a manifestarse de manera irreversible en el enfrentamiento a los “causantes del mal causado” y por eso su desprestigio es cada vez mayor. En segundo lugar, el agotamiento de la prédica “y que revolucionaria”, que ya está empujando el carro del proyecto a un abismo insondable. Ni aún con las llantas de hacerlo extensivo a toda América Latina y hasta mundial, desempolvando ideología fracasadas –marxismo, leninismo, socialismo científico= comunismo- y mostrando liderazgos decrépitos, Raúl Castro en comparsa con quienes bien pueden ser frustrados artistas de circos y rancheras, pueden evitarlo. El último espectáculo del ridículo lo montaron en Quito, cuando la toma de posesión para un nuevo período presidencial de Rafael Correa, nuevamente elegido bajo el amparo de la cancerígena práctica de la reelección. Pero mientras se montan espectáculos populacheros y se hacen grandes negocios contando con la chequera abultada de Chávez, favorable a otros países, en el nuestro, y aquí anunciamos otros deterioros alarmantes, la inseguridad y criminalidad, el abandono en políticas de salud, educación, empleo, incapacidad manifiesta en el manejo de la economía socializada y consiguiente empobrecimiento. Quien podrá ver con agrado ruletear a una mujer, a punto de parir, sangrando, porque no hay un centro asistencial donde pueda hacerlo. Y quien no revienta de indignación cuando sabe que la preocupación mayor del régimen es armarse, de culpar al imperio, de romper relaciones con Colombia, de estrecharlas con países que como Irán y otros está desafiando la democracia en el mundo.
Pero todo tiene su final. Las últimas encuestas nos alimentan los sueños de esperanza y Dios quiere que sea más temprano, en la madrugada de un hermoso día.
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