CIUDADANÍA Y ESTADO
Publicado el June 23, 2010
El enfrentamiento entre la ciudadanía y el Estado, la primera entendida como el cúmulo de derechos y deberes que la sociedad a través de su evolución le ha ido reconociendo al ser humano y el entorno en que se desenvuelve: su ambiente, su hábitat, su cultura, su nación, y el segundo, visto como instrumento pensado y realizado por esa misma sociedad para su control y dominio, es el sustrato en que han de ubicarse las motivaciones para entender por qué en Venezuela, en este tiempo aciago, se ha llegado a límites del absurdo, en donde y cuando la racionalidad está ausente como para comprender que el Estado, representado a más no poder en el régimen socialista-comunista, de inspiración, dirección y comando Castro- cubano, se haya empeñado en sojuzgar a la ciudadanía, que de alguna manera se está resistiendo a aceptar el monstruoso disparate de ni siquiera parecerse a la medio “secularizada revolución” que después de más de cincuenta años no ofrece otra “cosa” que no sea el secuestro y envilecimiento de todo un pueblo -12.000.000- con excepción de una cantidad, también millonaria, que se les ha podido escapar en diáspora de dignidad por todo el mundo, con epicentro respetable en Miami, aparte de quienes se les quebró la esperanza en procedimientos que comprometieron bárbaramente sus vidas o los retienen en cárceles de ignominia en la Bella Isla.
Las “Damas de Blanco” que desafiando la prepotencia del régimen de Los Castro se han organizado y con las mayores privaciones desfilan para recordar a sus presos, pudiendo ser un fecundo óvulo de la democracia caribeña, deben verse como un símbolo de ciudadanía en enfrentamiento con la ergástula del Estado. Eso mismo existe y existirá en potencia en cualquier parte del mundo en donde se distorsione y se pretenda que la ciudadanía ha de ser insumo para quienes se empeñen en convertir al Estado en estructura de represión, de imposición de caprichos, de obsoletos dogmas, de filosofías políticas caducas, de feudos para su enriquecimiento personal, olvidándose que todos han ido al fracaso, como le sucedió a la URSS, a la Europa del Este, a las naciones que están midiendo más al pragmatismo de su realidad económica, social, caso de China (no importa que el gato sea negro o blanco, lo que interesa es que case ratón) o los llamados Tigres Asiáticos. Ya no se trata de medir el dominio y prepotencia del Estado como una simple repetición de la perennidad en el ejercicio del gobierno y en el empoderamiento de meter en un solo saco la clásica separación de Ejecutivo, Legislativo y Judicial, con el agregado de Moral y Electoral, proceder también característico de las dictaduras tradicionales, sino que además, en nuestro caso, el régimen imperante en Venezuela se solaza en mostrarse sin ambages, como para que no quepa duda, haciendo alarde de un machismo-militarismo que a la par de evidenciar dominio hacen resaltar desprecio a la formación e inteligencia de los venezolanos. Basta decir que someter a encadenamiento las locuciones del Presidente con intervalos que no van más allá del diario molestar del “otra cadena más” -24 a 48 horas máximo- para narrar intrascendencias, es realmente un despectivo para el pueblo que todavía las acepta, y no haberse detenido un instante a medir el valor de horas hombre a que se someten los integrantes de su auditorio portátil.
En más de una ocasión hemos invocado a Dios para que ilumine a los venezolanos en este tiempo difícil, periodo en el cual el Estado y la Ciudadanía se han confrontado, olvidando el primero que es él, el que debe estar al servicio del pueblo, el ente de carne y hueso en el que se identifica y personifica la nación y toma cuerpo institucional la república. No es el ente abstracto, el Estado, expuesto a cambios en su manera de conformarse y ejercerse, y por tanto, objeto y sujeto a normas institucionales que el pueblo mismo le crea. Lo demás es autocratismo, abuso de autoridad –sencillamente dictadura- envalentonamiento de grupos que prevalidos de la fuerza bruta pretenden, con amparo de trácalas institucionales, legislativas –como lo ha puesto de manifiesto la actual Asamblea Nacional- imponer su hegemonía. De ahí la urgencia de tener un Poder Legislativo auténticamente representativo que encauce el retorno a la vigencia plena del estado de derecho, la libertad, la democracia y la paz. Dentro de tres meses -26 de septiembre- tendremos la gran oportunidad de hacerlo. VOTAR ES UN DEBER DE CIUDADANíA.
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